Para la selección de talento, el 20% de los factores que determinan el éxito se relacionan a la capacidad cognitiva, y el 80% restante se define por otros factores que incluyen la inteligencia emocional.
Mucho se ha hablado de la importancia del capital humano en las empresas, sin embargo esta disposición que intenta tener una visión más humana, se enfoca en la mayoría de las ocasiones a detectar y potenciar el desempeño laboral de los colaboradores con el propósito de acrecentar la economía y posición de la compañía, colocando en un relegado lugar al factor emocional que promueve la mayoría de nuestras acciones como seres humanos.
Cuando abordamos el tema de la ejecución laboral, intrínsecamente debemos advertir asuntos motivacionales, de gestión, autocontrol e inteligencia emocional.
¿Qué es lo que existe detrás del clima de trabajo, el ausentismo, la productividad, la salud, la proactividad y la resiliencia en una empresa? La respuesta es simple: asuntos personales y qué es aquello que incentiva a los colaboradores a tener un desempeño óptimo.
La palabra “motivación” proviene del latín motus y motio que significa causa del movimiento.
La motivación que tanto empoderamos en los procesos de capacitación es el conjunto de un sinnúmero de elementos propiciadores de bienestar y que evitan el displacer que impulsa a una persona a llevar a cabo o detener ciertas acciones regulando su actitud.
Este impulso aunado a las capacidades, habilidades, formas de comunicación, reacciones y estado de la mente, determinan la llamada Inteligencia emocional.
Los procesos formativos, de actualización y entrenamiento que llevan a cabo los departamentos de Recursos Humanos, deberían estar repletos de programas de autoconocimiento, detección y sostenimiento de puntos tan elementales como el sentido de vida, compromiso emocional con el trabajo, bienestar familiar, salud mental y automotivación dirigidos a la totalidad del talento de la compañía.
Las empresas emocionalmente responsables, son aquellas que tratan a sus integrantes como personas y crean continuamente oportunidades para su crecimiento y madurez integral y desarrollan programas constantes basados en inteligencia emocional.
De acuerdo con Martineaud, el coeficiente intelectual usado en las evaluaciones de selección de talento para anticipar el desempeño laboral, empieza a ser obsoleto en la actualidad, Ya que el 20% de los factores que determinan el éxito se relacionan a la capacidad cognitiva, y el 80% restante se define por otros factores que incluyen la inteligencia emocional.
Según estudios realizados en grandes corporativos los Directores que han recibido algún tipo de entrenamiento en este sentido han logrado aumentar el rendimiento de su empresa más allá del 18%.
Daniel Goleman, mayor estudioso del tema en la era moderna, afirma que las reglas del mundo empresarial han cambiado y después de haber aplicado un profundo estudio con más de 600 empresas en Estados Unidos, reunió los principales puntos de aquellas que han involucrado una política exitosa en relación a la inteligencia emocional, entre los que se encuentran:
• Mejora continua de procesos considerando las aptitudes y habilidades integrales del equipo.
• Fomento de confianza y comunicación entre los miembros de los equipos y Directivos.
• Equilibrio entre los aspectos humanos y financieros de la organización.
• Consolidación en las relaciones con los clientes internos y externos.
• Aplicación de valores como el respeto, la colaboración, solidaridad.
• Explotación de aprendizajes ante fracasos y riesgos promoviendo la resistencia corporativa.
• Aumento de metas y perfeccionamiento en el desempeño personal.
• Confianza en uno mismo, empatía, capacidad de desarrollo de las demás personas.
Es una realidad que los seres humanos no podemos apartarnos de nuestros sentimientos incluso cuando tenemos una actividad intelectual o laboral.Ser más profesional no significa ser más racional, reprimiendo o ignorando la intervención de nuestro sistema límbico. Por el contrario, el trabajo es un espacio en donde es indispensable dirigir adecuadamente nuestros sentimientos e impulsos, y saber interactuar con los de los demás logrando un óptimo balance entre la vida personal y la de la empresa. Un coeficiente intelectual elevado no asegura éxito en el desempeño laboral.
Las emociones provocan creatividad, iniciativa, mayor satisfacción, autorregulación, innovación, sentido de pertenencia y lealtad, ¿acaso no es lo que busca cualquier CEO?